EL CALDERO DE LOS DESEOS

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Wednesday, May 16, 2007

Despedida


Se levanto como todos los días, pero el día de hoy le fue más difícil abandonar el lecho. Se sentía inmensamente cansado, con el peso de todos lo años del universo encima. Se forzó a abandonar la cama y ponerse de pie para empezar el día. Por la ventana aparecieron los primeros rayos de luz de un hermoso amanecer que ni siquiera vio. Se encontraba agotado, varias noches llevaba soñando con la amada ausente, en aquel sueño que se repetía una y otra vez. Ese sueño donde veía a la mujer amada, radiante, llena de una luz propia que empezaba de forma tenue y conforme pasaban los minutos iba subiendo en intensidad al grado de cegarlo. Veía y podía sentir el dolor de la angustia que invadía no solo su estomago, si no el fondo de su alma. Un dolor que nunca había sentido. Un dolor que se entremezclaba con un sentimiento de felicidad, orgullo y beneplácito de ver como su amada brillaba de tal forma. Sin embargo no podía ignorar que entre más brillara, más pronto tendría que marcharse a iluminar los senderos y las vidas de aquellos seres afortunados para los que la naturaleza la creo, para que les mostrara los caminos y veredas que solo pueden ser vistos a la luz de alguien que ama sin medida.
Sabía que su labor no había sido en vano. No podía presumir que era su obra, ya que Ella había nacido con la luz de las estrellas y la luna. El simplemente ayudo a cuidarla un poquito, a mimosearla y consentirla mientras desarrollaba ese encanto que solo las hadas, y las hijas de las estrellas pueden poseer.
Sabía que ese resplandor tarde, que temprano acabaría por dejarlo completamente ciego, pero no le importaba, después de haber conocido aquella luz, no necesitaba ya la vista; sabía que no encontraría ya una luz, igual a aquella. De pronto, Ella que sabía que el momento había llegado, se acerco y después de darle un beso, susurrándole al oído un nunca te olvidare, derramo dos lagrimas de cristal y oro, que cayeron sobre sus manos, y apretándolas entre ellas veía como se alejaba.
En ese momento despertaba y volvía a caer en ese sueño para regresar al principio nuevamente.
Ese día en la noche, se acostó a dormir, el cansancio, la noche, la luna y las estrellas lo envolvieron y sus ojos se cerraron al arrullo del murmullo de la noche.
Cuando el medico llegó y lo examinó, a la mañana siguiente nadie pudo explicar como aquellos diamantes y aquellas pepitas de oro habían llegado a su puño cerrado.

5 comments:

Arejandera said...

simplemente hermoso.

besos perfumados.

cieloazzul said...

ays!!
que belleza oiga!!!!
de dónde saca usted esa sensibilidad....
que decirte... que además de admirar tu grandeza humana ahora tendré que admirar también tu sensibilidad literaria....
eres único;)
tqm:)

Cronos51 said...

Arejandera bienvenida, gracias por tu comentario.
Besos perfumados para ti también

Cronos51 said...

Mi querida cieloazzul. Bah mira que la que esta para admirarse por esas cosas eres tu. Mimosa que eres conmigo, pero se agradece el comentario y sabes tambien que eres correspondida yo también TQM

MentesSueltas said...

Simplemente hermoso... un placer leerlo.

A pesar del frío bajo cero de mi Buenos Aires, dejo un cálido abrazo.
MentesSueltas