Ella era la mejor actriz de todas. Podía llorar, reír a
carcajadas, fingir que no le importaba nada, sonreír al que más odiaba, decir
“estoy bien” cuando todo andaba mal, podía fingir dormir cuando se estaba
ahogando entre lágrimas y lo más importante: podía dar todo el amor que le
pedías, a pesar de que ella necesitaba más. «Era» porque a la mitad de la
función se rindió, y decidió terminar con todo. El telón se cerró, y nadie le
aplaudió. Ella era la mejor actriz; y ni siquiera actuaba para una obra de teatro.